
La semana pasada tocaban en el teatro Colón, la "Orquestra Filharmónica de Moscova", con Yuri Simonov de director y Valery Oistrakh, de violín (primera vez en Galicia). Empezaba el concierto a las 20.30. La primera pieza que tocaron, fue un bodrio; música tétrica para una película de terror. Mi marido y yo nos miramos horrorizados. Pensé, como no soy muy ducha en esto de la música clásica: será "normal". Cuando estuvimos comentando en el entreacto con un amigo, más entendido, la primera pieza, nos aclaró, que no había por donde cogerla. Me quedé más tranquila pensando que no era que yo no entendía la música, sino que de por sí era un tostonazo; respiré tranquila. El resto del concierto fue maravilloso. El violín tocó maravillosamente, me recordaba a la cena de "Tú a Boston y yo a California". Nuestro amigo "entendido" nos dijo que no tocaba con mucho nervio, pero a mí sí me gustó. Me empecé a impacientar a eso de las 22.30 de la noche, porque aunque estaba disfrutando horrores, no hacía más que pensar en un pescado que me había dejado olvidado en la nevera de una amiga, al ir a comer a su casa. Me acordaba del pescado cada vez que el director se marchaba y volvía debido a la duración de los aplausos y volvía a tocar otra pieza (preciosa por cierto). Yo hacía ademán de levantarme, pero mi marido me pedía moderación y educación para con la orquesta, ya que el público no hacía más que aplaudir requiriendo que tocaran otra pieza ¡y mi pescado, qué? Había comprado una merlucita rica, para que no se quejaran del pescado congelado que siempre compro. Además al día siguiente era viernes, y como me estaba recordando Mercadona contantemente mientras hacía la compra: "Estamos en Cuaresma, y por consiguiente, tenemos un bacalao, muy bien de precio y calidad". Hasta tres veces se fué el director y volvió para tocarnos sendas piezas! Duró hasta las 23 h. Una maravilla (adiós pescado!) La cosa terminó al día siguiente. Me desperté, por despertar natural a las 6.30 (luego comprobé que ese reloj, no tenía la hora cambiada y actualizada!); dónde había puesto mi teléfono que es el encargado de despertarme por las mañana? Llegaba "con la hora justita", para variar y se me ocurrió llamarme para localizar el móvil. Nada, sin rastro del móvil, niños en el coche preparados y casi las 9! En esto, que cuelgo el teléfono y suena acto seguido. Dudé si cogerlo (como fuera un plasta de telefónica, iba listo). ¿Aquí el teatro Colón, con quién tengo el gusto de hablar?; miré ¡y era el número de mi móvil!!!!! Pensando en el pescado, me lo había dejado en el teatro, ¡y yo sin coscarme! Me dijeron que podía pasar a recogerlo "por la entrada de artistas" (todavía me iba a sentir importante por perder el móvil). Lo recogí, pude hacer algunas fotos, y por las mismas me marché. El pescado lo recuperé por la mañana, gracias al sol de mi amiga que me lo llevó al colegio. Todavía dudé en dejarlo en "Casa Tito" de camino a la ciudad (por el tiempo apretadillo), pero me contuve no fuera a ser que me lo dejara definitivamente allí. Me salió bastante rico, o por lo menos se lo comieron todo, sin dejar nada ¡todo un logro!. Se despide, Ana de las Tejas Verdes
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